EUROVISIÓN: UNA MIRADA AL AYER


Barco a Venus | Por Laura Marcos


Famoso actualmente por su falta de sentido, de profesionalidad y de rigor y, en España, por un cabreo generalizado, el festival de Eurovisión tiene lugar por quincuagésimo séptima vez desde que comenzó su andadura. Sin embargo, no hace falta más que hacer un pequeño recorrido a través de su trayectoria para darse cuenta de que, en efecto, Eurovisión ya no es lo que solía.

Creado en una Europa de posguerra, reconstruida y con un futuro de cambio, el festival de la canción se creaba desde la Unión Europea de Radiodifusión, pensado para impulsar la música pop. Es interesante la observación de cualquiera de las ediciones, pongamos, de hace treinta o cuarenta años: para empezar, la característica principal era la presencia de una orquesta de músicos profesionales, a los cuales se les presentaba con el debido rigor y respeto; y las canciones presentadas por cada país debían ser eminentemente nuevas.

Este último punto no ha cambiado. España, como cada país, sigue presentando al festival lo más fresco que posee,  y no ganamos.  De hecho, no obtenemos un puesto más o menos decente desde Rosa (OT 1) y eso son ya diez años de fracaso. Es de valorar, no obstante, un notable progreso de la actuación de este año, de la mano de Pastora Soler, que ha conseguido meternos en el top ten.

Massiel gana el primer puesto con La la la, Londres, 1968
Pese a todo, cabe plantearse una cuestión: ¿Es todo política o es que ya no hacemos buena música? Puede que sí, que sea política, pero no de la forma que creemos. Puede que históricamente y políticamente se nos hayan acabado las razones para escribir letras ideológicas, que conllevan calidad; y aunque las tengamos, no tenemos la misma fuerza. O puede que simplemente no presentemos lo mejor que tenemos.

La creencia generalizada de que Eurovisión se ha convertido en un concurso de popularidad, sin quitarle su parte de verdad, puede traducirse como un recurso al que aferrarse. Un consuelo para países como España, que navega ahora en unos años de superficialidad musical. Y aunque España bañe con argumentos que no ganaríamos ni con una Massiel rejuvenecida, ni eso le funciona.

El intento de queja de Rodolfo Chiquilicuatre el pasado año 2008, resultó frustrado, pues la actuación acabó siendo tan freak que no supo estar a la altura de una comedia, como se pretendía. Aún así, no cabe duda que demostramos tener muchos bemoles. Si queremos hacer comedia, por lo menos, que sea con glamour, que nos está viendo toda Europa. Por no hablar del “estilazo” que demostraron perlas tales como Son de Sol o Las Ketchup, en los años 2005 y 2006 respectivamente, consiguiendo ambas el puesto 21º de los 24 participantes. Los dos conjuntos musicales, bajo la elección de los ciudadanos, no representaron nada de la calidad musical española, y no son profesionales de la canción.  Aunque teniendo en cuenta el resto de opciones, me alegro de que no hubieran ido Las Supremas de Móstoles¸ que poco les faltó. Por ello, son parte de las peores actuaciones de España en este festival, junto con algún borrón más, como Remedios Anaya, Miki, o La década prodigiosa.


La Eurovisión del La la lá,  ya no existe: el tiempo de Massiel, Salomé, Karina, Raphael, Julio Iglesias, Mocedades, Betty Misiego, Bravo y su Lady lady… Y tantos otros artistas que supieron dejar en los primeros puestos a nuestro país en las décadas de los 60, 70 y 80. Algo más recientemente, la nacida para amar Nina, (6º puesto, 1989); Azúcar Moreno derrochó con su bandido (5º puesto, 1990) Sergio Dalma sabía cómo bailar pegados (4º puesto, 1991) Anabel Conde nos decía Vuelve conmigo (2º puesto 1995) Incluso David Civera nos dejó en un 6º puesto con Dile (2001) en la época en la que el galán latino, al estilo Ricky Martin o Chayanne, se llevaba bastante.

Este año, tras la mala racha que nos caracteriza, nuestro papel en Eurovisión ha terminado por sorprender a la mayoría. Un décimo puesto bien merecido, después de una de las actuaciones más formales y limpias de las últimas ediciones. Correcta interpretación, calidad de voz pero, quizá, modesta intervención, ha aportado para España la veterana Pastora Soler. Está claro que la época dorada de la música ha pasado. No sé si decir que el mundo y en concreto, este país, han dado ya sus mejores artistas. Por desgracia España ya no despunta musicalmente hablando.

Pero no nos desanimemos, siempre nos quedará el deporte rey.



Laura Marcos (@lauramarcosm)

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