DE CUANDO ÉRAMOS LIBRES

El escalón de mi escalera | Por Ana Esther Méndez


Esta mañana he optado por reorganizar mi habitación. Ya sabes, en exámenes, de todo menos estudiar. Entre coletazo y coletazo de bayeta, he terminado por tropezar con mis libros. Una pequeña estantería de color ocre de pseudomadera –no la toques si quieres suerte- a la que he terminado por atrofiar con el peso de tanto papel. Tras meterles algo de mano, decidí continuar con mi tarea de chacha creativa, reinstalando los objetos a la vez que los iba encontrando desperdigados por cualquier rincón del cuarto. 


¿Eres de los que se ciñen a una primera lectura? ¿O sabes leer entre líneas?
No mucho más tarde, mi tosco tercer brazo –también llamado escoba- propinó un golpe seco a lo que era una montaña de revistas, que terminó por transformarse en un pantano de papel que cubría todo el piso, lapidando a las baldosas. De forma inevitable, centré mi vista en la página por la que se había abierto la revista más cercana. Una Cosmopolitan de hace un par de meses que seleccionaba en la susodicha hoja ‘los libros más fantásticos que nos hechizarán este mes’. Cuando lees este tipo de cosas no puedes evitar sonreír. Tomas del suelo otro ejemplar, en este caso una ELLE del mes pasado, y te encuentras con que se realizan las mismas recomendaciones para ser la chica más ‘in’ del momento. Viajes, moda, música, libros, cine… Cultura en general que termina por repetirse más que la morcilla, como dicen por ahí. Meine Damen und Herren¿Hasta qué punto de cínica libertad estamos llegando? Nos enseñan a vestirnos, nos enseñan qué leer, nos enseñan qué tendencias tenemos que seguir para estar a la moda… Y terminamos por ser las ovejas de un pastor desconocido. Caemos en la religión de la indiferencia.  Y de la comodidad de lo masticado y regurgitado.

Realmente esta transgresión del siglo XXI ya está inventada. La crearon en los años ’50, ’60, ’70 y ’80. Una época en la que una mujer fumadora estaba mal vista. Una época de guerra, penurias y hambre, en la que se sentía lo que se hacía y todo era una muestra de verdadera protesta. Ahora, en nuestro momento, imitamos ese tipo de conductas queriendo parecer el Kurt Cobain del arrabal. Colocarse un porrito en los labios mientras entonas cualquier tipo de canción indie y la acompañas de los acordes mal avenidos de tu guitarra y cuatro tatuajes carentes de significado… No es ser original, no es ser diferente, no es transgredir. La culpa no es del todo nuestra; por un lado, no es momento para rebelarse de este modo. Pero por otro, sí lo es. Nos estamos equivocando de camino. Hay que cambiar las tornas y darle un giro a nuestra conducta.Terminamos por ser unos niños de papá malcriados que visten ropas harapientas mientras whatsappean con su iPhone. Acudimos a movimientos de masas vacíos de significado. Terminamos por ser escombros de una vida que ni siquiera nos pertenece.

Las posibilidades de conocimiento que nos oferta este nuevo siglo son
inconmensurables. ¿Sabes sacarles partido?
¿Qué es ser original y libre en el siglo XXI? Desligarse de lo que nos cuentan, pero no ignorarlo. Recoger del suelo la Vogue, la Rolling Stone o La Vanguardia, leerlas, cerrarlas y moverse más allá. Recorrerse las librerías buscando libros que vayan mucho más lejos de las recomendaciones de los demás, que siempre terminan por ser los mismos. Descubrir nuevos recodos, nuevas fronteras, nuevas formas y lugares de información. Buscar por nosotros mismos. Ser libre no es consultar nuestro Time Line en Twitter. Ser libre, es añadir una tarea más a nuestra corta lista de quehaceres: indagar.

Los bestseller y las marcas están muy bien. Pero de vez en cuando conviene adentrarse en las profundidades de un mercadillo, que tal vez de primeras nos agobie, pero más adelante nos enseñará tesoros por descubrir. Porque en eso consiste la originalidad en el siglo XXI. En ser pirata de aguas desconocidas, en ser curioso, en superar el overbooking vital en el que nos vemos sumidos. En no agachar la cabeza, y en caminar. No quedarnos en el apeadero esperando a que llegue el próximo tren con la nueva tendencia.

Nos falta ingenio y nos sobra egolatría. ¿Quién se esfuerza como lo hicieron nuestros abuelos? Nadie. No conocemos lo que es el trabajo duro, el verdadero pensar. Todo el mundo opina, pero muy pocos razonan. No todo está inventado. Nos falta despertar del letargo intelectual en el que nos encontramos sumidos. Ya no somos pensadores bisoños. Esa etapa la dejamos aparcada en un pupitre. Y ahí ya no te caben las piernas. Ahora somos víctimas de nuestra propia comodidad, de nosotros mismos. Pero no somos tontos. Resetea tus neuronas y plantéate… Si eres un sujeto activo… O pasivo. Y si eliges lo segundo…


La incomodidad del pupitre terminará por agarrotarte. Ya no te caben las piernas.
Sapere aude!




Ana Esther Méndez (@hormonada)

4 comentarios:

  1. Me gusta que alguien escriba del tema, pero no de esta forma. Para empezar, no entiendo por qué la importancia de la originalidad. No, mira, eso es precisamente una mierda de la sociedad occidental actual que tú tanto repudias, eso te lo ha metido en la cabeza la televisión y es lo que el mundo quiere de ti (es lo de "tú eres especial"). A la mierda, yo sé que soy muy diferente al resto de las personas, al igual que el resto de las personas lo son de mí porque cada uno tenemos unas vivencias y un mundo, pero me parece más respetable el hecho de revisar todas las creencias de uno mismo y quedarse con algunas "tradicionales" o "comunes" porque así se es feliz, que buscar la extravagancia para conseguir popularidad o aprobación o destacar sobre el resto sólo con ese fin. Tengo un sistema de creencias muy sólido y todos mis dogmas los he revisado a base de bien, y me he quedado con algunos antiguos y tengo otros nuevos, soy jodidamente inquieto e intento leer mucho y vivir toda experiencia nueva (a no ser que vaya en contra de mi moral o pueda hacer daño a otro con ella). Pero me da igual tener otras cosas igual que los demás, soy feliz así y no buscaré la originalidad a no ser que con ello sea feliz y seguramente en muchos aspectos en los que sea original intentaré guardármelos para mí, me la trae floja la sociedad o destacar.
    Además, no creo que una persona que viva dentro del sistema y de Occidente se pueda considerar original por leer un libro de Viktor Frankl o a Freud y ponerlo en tuenti o facebook como autores favoritos para que vea todo el mundo lo intelectual que es, mientras escucha Nirvana o alguna mierda depresiva que considera desagradable pero que escucha sólo para ser diferente a los demás (yo leo estos libros y escucho música rara porque me lo paso bien, pero me la envaina que la gente lo sepa o lo deje de saber y considero haber leído más que cualquiera que va presumiendo de ello -y lo he comprobado muchas veces-), cuando lleva el mismo estilo de vida que los demás, no se encadena a la valla de la Moncloa para cambiar el sistema político ni se escapa de Occidente yendo a África para enseñar a niños a leer: Es un chico/a de Occidente tan normal como cualquier otro. Yo opino que es básico revisar todo el sistema de creencias, pero no para ser original, sino para ser feliz y sólo debe importarte a ti, y si eres feliz con X cuando todo el mundo tiene X, ¿para qué coño buscar Y si eso va a ser peor para ti?

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  2. Hola, Víctor!

    En primer lugar, muchísimas gracias por pasarte por aquí y por haber dejado tu crítica, a la que me ha costado responder, lo cual es indicio de que es buena.

    En segundo lugar, te agradecería mucho que me contases cómo te gusta a ti personalmente tratar estos temas, qué enfoque le darías y por qué lo harías así.

    En mi humilde opinión, creo que la originalidad en el siglo XXI va ligada a la libertad. No, no hablo de la originalidad que te venden los anuncios de perfume o los programas de televisión. No abogo por una sociedad que sea diferente según esos cánones establecidos, eso es lo que critico. Critico la banalidad, la falta de contenido de nuestras actuaciones y actitudes. Y defiendo a ese tipo de personas que como tú, están seguros de sus valores y sus creencias, y no son cabezas huecas que no piensan. Defiendo a las personas que leen y que escriben, que buscan, que indagan, que curiosean, que critican, y que luego, viendo el amplio abanico de posibilidades que tienen ante sus ojos y habiendo razonado, saben con qué quedarse. Y te lo saben argumentar y defender.

    Claro que no vas a ser diferente en todo a los demás, eso es empíricamente imposible. Pero para poder mantener una postura como la tuya, es necesario darse cabezazos contra la pared muchas veces, buscar y buscar, y no detenerse, y luego ya, tendremos la capacidad y la voluntad necesarias para decir... 'Coño, esto me gusta. Esto es lo que yo quiero por tal, por tal, y por Pascual'.

    La originalidad no hay que buscarla, tienes razón. Pero sí hay que buscar todas aquellas herramientas que nos concedan nuestra propia libertad, y en mi columna apelo a la 'búsqueda de originalidad' como sinónimo de búsqueda insaciable de conocimiento, de verdad... De nuestra propia verdad, nuestra verdad individual, que al no quedar forjada, nos hace ser esperpentos de los mecanismos de regulación social modernos.

    La gente que es verdaderamente intelectual, no lo va pregonando. A los intelectuales hay que ganárselos, y conocerlos en una buena charla o una buena discusión. Colocar -como tú bien dices- en tu perfil de las redes sociales el nombre de cuatro neurocientíficos, un par de poetas, varios novelistas y tres grandes directores de cine, lo sabemos hacer todos. Pero muy pocos se sientan realmente a degustar sus obras, y a criticarlas.

    Con tu crítica lo que has hecho es una definición con otro enfoque de lo que es originalidad. Y la verdad es que personalmente, me ha maravillado.

    Te aplaudo, Víctor. Eres original.

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  3. Creo que el enfoque que hay que darle al tema es el mismo que habría que darle en todos los siglos, culturas y lugares en los que viva el hombre, desde el que nació en la Grecia Antigua, al que vivió como monje en la Edad Media, como un dandi vividor en la Época Victoriana o como un científico en el mundo de hoy. La libertad es la misma ayer que hoy y el mismo concepto que será mañana. La libertad es el conocimiento y el saber desmontar todas tus creencias (la mayor parte de ellas falsas y basadas en dogmas y falacias asumidos desde la infancia y en traumas infantiles), aplicar un poquito de autopsicología para saber cómo piensas y por qué aún sigues creyendo en cosas estúpidas o qué cosas absurdas te está imponiendo la sociedad y tú estás acatando por el miedo a ser excluido (y por consiguiente a morir o dejar de comer). Así, el monje medieval debiera preguntarse si existe Dios y si es tan buena y tan auténtica la religión del Papado medieval podrido de Roma como le han inculcado y el científico actual plantearse si realmente es cierto que no hay una realidad espiritual intangible que no exista sólo porque no puede percibirla con los sentidos y si la Iglesia es verdaderamente ahora tan mala cómo la pintan en las noticias o si verdaderamente hace una labor social enorme y ayuda a tanta y tanta gente.
    Pienso que el único sentido de la vida es pasárselo bien (también creo que es inherente a eso ser acorde en tus actos con tu propia moral creada a base de cuestionarte todo) y para eso tienes que descubrir cómo te lo pasas bien y cómo eres feliz tú (también creo que nadie debe tener derecho a hacer mal a ningún otro ser, sino a intentar todo lo contrario, aunque respeto que otra persona no comparta el altruismo pero no respetaré nunca el perjuicio ajeno de mala fe). Pero vamos, que al final eso requiere un autoconocimiento y un conocimiento muy externo para aprovechar al máximo lo poco que realmente dura la vida y, sobre todo, la juventud.
    Si a esa búsqueda de la verdad es lo que llamas originalidad, pues vale, pero yo lo veo más como sentido común que debería tener cualquier mortal que valore la propia vida (y todos debieran valorarla, aunque las circunstancias vengan jodidas, porque entre vivir y vivir mal, ¿acaso lo inteligente no es aprender a vivir bien, incluso a pesar de estar en las peores condiciones? ¿no habrá que aprender a ser feliz con muy poco y en todo momento? Para vivir mal mejor no vivas –lo que no quita que a la fuerza puedas estar triste por un suceso concreto-). Y considero que lo más importante, aunque jodido de aprender (porque es inherente a nuestra naturaleza, que no dejamos de ser homínidos un poco más listos que se han bajado de los árboles) es conseguir desprenderse de la necesidad de aprobación o valoración de los demás: Ande yo caliente y ríase la gente, y a tomar por culo los demás si no les parece bien.
    También creo que el autoconocimiento y el conocimiento externo en general es muy muy jodido, porque el 99 % de la información está contaminada por intereses políticos y económicos, y creo que en cuestiones de filosofía de vida, lo mejor es leer bastante pero no hacer ni puto caso. Me refiero, necesitas las preguntas, pero a no ser que seas religioso, un libro no te dará las respuestas prácticamente nunca y sólo tú llegarás a crear tu propio sentido. Es básicamente hacer lo que hizo ese tío en Grecia desmontando a un montón de gente de palabra por la calle y al que se cargaron con cicuta.
    Buen blog, y cojonudas las entradas de Inés, Jorge, etc. Suerte con los exámenes.

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  4. Yo venía aquí a hablar de libertad; y es que me cautivó el título. Tras leer tantas veces la palabra 'originalidad' ya no es lo mismo, cambio de tercio.

    La mente de una persona es una mera esponja, casi parásito de aquello junto a lo que vive. Somos seres temporales, y hasta donde alcanza nuestro conocimiento, la mente no escapa a dicha condición. Por lo tanto, el factor inevitablemente más importante para juzgar -ya sea a nosotros mismos, ya sea al mundo entero- es la época, única entre todas ellas, que vivimos.

    En cuanto a ideas, vida práctica y estilo social del ser humano, vivimos la época más independiente, menos parásita, de cualquier otra; como ese joven adolescente que trata de emanciparse a toda costa.
    Somos una semilla -de tanas que la evolución deja a lo largo de su camino- que quiere germinar sin tan siquiera ser plantada.

    Para buscar la originalidad, sea en el ámbito que sea, habríamos de compararnos con una larga historia tras nosotros; es algo que se escapa a nuestro alcance, el de este siglo XXI acomodado en su sofá mientras manda mensajes a través de una pantalla táctil para decir que está aburrido. La búsqueda histórica de la automatización ha concluido en convertirnos en principio de autómatas -el señor Jaquet-Droz estaría ilusionado, pero lleva algún siglo que otro muerto-.

    No estamos hechos para buscar originalidad alguna, nuestra época ya es desgraciadamente original; demasiado para la búsqueda de identidad que representa el conflicto social para el ser humano.
    Hoy día cualquiera escribe un libro sobre la cultura de masas, lo enmarca en casa, y muere sin repercutir en absoluto. Es jodido escribir sobre un fenómeno social cuando se está involucrado en él, y peor cuando se está inconscientemente.

    Huelga decir que el arte es una parte importantísima de la historia; y como tal, de la que está por escribirse. Aúna vaivenes de libertad y originalidad.

    Bajo mi punto de vista, y resumiendo; porque este tema me daría para escribir el equivalente a varias páginas de cuaderno tamaño folio -te odio por ello, pero con cariño-; tenemos varios problemas claves, y a riesgo de obviar alguno, los englobaré:

    Adoramos esta vida plácida y cómoda, estamos ante el puro estado del bienestar - lejos de desaprovecharlo, lo abrazamos con fervor-. Importa la facilidad y el mínimos esfuerzo/coste por encima de todas las cosas.
    Con lo que si algo requiere más del mínimo en algún aspecto, queda relegado a un segundo puesto.
    Por dios, si hay -por doquier- quien prefiere ver una película en calidad GameBoy a pagar por verla, y tener que salir de casa para ello.

    El arte, en tiempos de Platón y Aristóteles, era liberal o mecánico. Hoy el arte mecaniza nuestra libertad.
    Estoy completamente de acuerdo con aquello de: "Las posibilidades de conocimiento que nos oferta este nuevo siglo son inconmensurables".
    Por desgracia las posibilidades son eso, meros posibles.

    No alcanzo a decir todo lo que opino respecto a lo dicho, sin extenderme de forma horrible, así es que mejor lo dejo tal y como está; acabando ya.

    Abrazar la ignorancia es el mayor de los placeres que otorga la libertad. Maldito sea el entender ignorancia como algo malo, por Odín. Allá donde esté el ansia de conocimiento, se esfumen todas las vanidades intelectuales.
    Personalmente, voy día tras día a las bibliotecas con el fin de encontrar algo que me enseñe cualquier cosa la cual desconozca. No soy más inteligente, ni soy superior por leer más, o por tratar de cultivarme más. Las decisiones que tomo sobre mí mismo, tan sólo me incumben a mí, y el tratar de extrapolarlas a una repercusión exterior es alienar el móvil, sentido y fin de aquello cuanto hago.

    La vida no es un jodido concurso de televisión para ver quién es más intelectual. Así no se llega a ninguna parte, no más lejos.

    PS: Insisto en que he dejado cuestiones sin explicar al cien por cien, o afirmaciones sin sostener de forma debida. Todo sea por no provocar el culto a Morfeo.

    Me encanta leer lo que hasta ahora leo.

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