ODA AL REY DEL POP

Barco a Venus | Por Laura Marcos


Se cumplen de tres años desde que el trono del pop se vació. Tres años desde que Michael Jackson nos dejó para siempre. Michael fallecía un 25 de junio a los 50 años de edad, si bien es una edad madura, no es un momento corriente para morir, y existen casos parecidos en los que el artista se marcha ‘antes de tiempo’.

Curioso el caso del Club de los 27, un grupo de jóvenes influyentes de la música que murieron todos a la edad de 27 años, tales como Kurt Cobain, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim MorrisonJohn Lennon fue el Beatle más joven en morir, asesinado a los 40 años; Bob Marley se marchó tras una nube de humo a los 36, como Marilyn, a la misma edad; hace nada Whitney Houston nos dejaba a los 48 años, así como Donna Summer, que hacía lo propio a los 63.

El cantante Michael Jackson vestido para
su videoclip Thriller (1982).
Pues el caso Jackson no es distinto. Ya al margen de las causas, ya sean las drogas, asesinato o enfermedad, su muerte a los 50 años de edad pone en evidencia esta ‘tendencia’, como si las grandes figuras del mundo del espectáculo tuvieran que irse en lo alto de sus vidas; en la cima de su carrera, sin permitir que su cuerpo se marchite con la vejez, como si pretendieran ser eternos. Se marchan con sus talentos y bellezas intactas, como si fueran de otro planeta y tuvieran que volver ya, porque los terrícolas comenzaríamos a sospechar, después de habernos regalado su arte.

Circulan muchas teorías acerca de la vida de Michael Jackson. Una actitud reticente hacia el sexo (se dice que rechazó a mujeres bellísimas, como Brooke Shields o la mismísima Madonna) le ha tachado de extravagante. No estuvo de menos la polémica con respecto a su color de piel, siendo tachado de racista tras su intervención quirúrgica, que le traspasó de afroamericano a caucásico. Además, por la estrechez de relación que mantenía con la población joven con respecto a otros adultos, incluso se le acusó formalmente de pederastia.

Pero tal vez las razones de tales acusaciones se deban a un carácter peculiar de su personalidad, la de un niño que nunca se hizo mayor. Tras una infancia delicada, en la que ya sufrió las desventuras y el duro trabajo del mundo del espectáculo, demasiado para un niño como él, dejo tras de sí una marca imborrable, una necesidad de haber vivido lo que no vivió a la edad adecuada, una infancia truncada. De ahí su pasión por tener hijos y su magnífica mansión a lo castillo de Disney, como lo era el rancho Neverland.

En todo caso, fue un artista de un talento intachable. Poseía esa capacidad magnética de hechizar al público. Tenía lo que todo cantante desea tener: una voz única e inconfundible, con personalidad; un físico atlético y un bagaje de movimientos propios que ese cuerpo le permitía realizar; un look que ha creado tendencia. Musicalmente, la fusión de estilos tampoco dejaba indiferente. Todo ello permitía, muy fácilmente, que entrara en la historia, calando en la música y marcando un antes y un después.

Al margen de las teorías que circulan respecto a su persona, es innegable que su filosofía de vida queda reflejada en sus letras. Una actitud de superación, invencible; una macabra y
divertida noche de thriller; o un mensaje de paz e igualdad con Black or White (si da lo mismo el color de piel, qué importa que quisiera ser blanco o negro).

Se marchaba hace tres años uno más de los grandes, de los que nunca morirán porque ya son historia de la humanidad. Sólo queda intentar curar la herida de los corazones rotos que dejó tras su marcha (“don’t go around breaking young girl’s hearts”).




Laura Marcos (@lauramarcosm)

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